Realizando trabajos sobre las inteligencias múltiples encontré este apartado y realmente morí de fascinación, realmente es difícil encontrar algo que me guste. Encontrar investigación acertada para el universitario no es fácil y los profes antiwikipedicos están en huelga y toca inventarme todas las informaciones que me envían de tarea. En fin espero les agrade ;-)
Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira, Todo es según el color del cristal con que se mira
D. Ramón de Campoamor
¿Qué son las actitudes?
No es lo mismo mirar el mundo con unas gafas de cristal
color de rosa que con unas gafas oscuras. Nuestras actitudes son las gafas que
cada uno de nosotros utiliza para mirar a su alrededor y a sí mismo, o, como
dice Robert Dilts, las actitudes son los filtros a través de los
cuales percibimos la realidad.
Esos filtros son imprescindibles, ya que la realidad es
tremendamente compleja y los filtros nos permiten simplificarla y centrar
nuestra atención en unos aspectos y no en otros. Sin filtros no podríamos
funcionar, por tanto, decir que una actitud es un filtro no implica valoración
negativa (ni positiva) alguna.
Nuestras actitudes no son los únicos filtros que utilizamos,
los sistemas de representación (visual, auditivo y kinestésico) también
funcionan como filtros de la enorme cantidad de información que recibimos
continuamente. Los sistemas de representación clasifican la información según
el canal sensorial y prestan más atención a unos canales que a otros. Las
actitudes juzgan y valoran la información y la filtran en función de la
etiqueta que les hayamos asignado.
Les ponemos etiquetas a las cosas, y esas etiquetas dirigen
nuestro pensamiento en un sentido o en otro. Cuando nos encontramos ante algo
que hemos calificado como ‘interesante” nuestras reacciones son muy diferentes
de las que tenemos cuando nos encontramos frente a algo que hemos calificado de
“aburrido”.
Las etiquetas que le ponemos a la realidad son de muchos
tipos. A grandes rasgos podemos distinguir tres categorías:
1. Por una parte tenemos
las opiniones que formamos sobre la realidad exterior (por ejemplo, los
niños son ruidosos, el ruido es molesto)
2. Después tenemos las
opiniones que formamos sobre nosotros mismos, sobre nuestra identidad (se me da
bien el dibujo, soy una persona nerviosa)
3. Por último
formamos valores y escalas de valores, que son los que nos permiten
decidir que es más importante y establecer prioridades. Muchas veces
nuestros conflictos internos se deben a conflictos entre valores del mismo
nivel (por ejemplo, necesito dedicarle más tiempo a mi trabajo puede
entrar en conflicto con necesito dedicarle más tiempo a mi familia)
En cualquiera de esas tres grandes categorías nos
encontramos que, con frecuencia, se identifican las actitudes con aquellas
ideas que podemos expresar verbalmente y de las que somos conscientes, pero si
entendemos las actitudes como los filtros que hacen que prestemos atención a
unos aspectos de la realidad y no a otros es fácil darse cuenta de que muchos
de nuestros filtros no se expresan verbalmente, sino que los asumimos de forma
tácita.
Por ejemplo, cómo profesor sé que en cuanto el ruido en un
aula supera un determinado nivel entro en acción para hacerlo bajar, sin
embargo, me resultaría muy difícil explicar cual es el nivel de ruido adecuado,
simplemente noto que tengo que actuar. El que no pueda expresar
verbalmente cuál es el nivel de ruido adecuado en un aula no me impide tener
ideas / sensaciones definidas sobre ese tema, y no impide que esas sensaciones
/ ideas me impulsen a fijarme en que momento ese nivel de ruido se supera y, a
partir de ahí, a actuar.
Muchas de nuestras actitudes están fuera de nuestro nivel de
atención consciente, lo que quiere decir que reaccionamos ante ellas sin
siquiera darnos cuenta. Puede suceder incluso que esas actitudes
tácitas estén en contraposición con las ideas que defendemos
conscientemente.
Las actitudes y la realidad
“el mapa no es el territorio”. Korzybski
Decir que las actitudes son los filtros a través de los que
percibimos la realidad equivale a decir que nuestras actitudes son el mapa que
utilizamos para andar por el mundo y, como ya dijo Korzybski en 1941, no
debemos confundir el mapa con el territorio, ni nuestras actitudes con la
realidad.
Un mapa nunca puede reflejar el terreno con total precisión,
ya que para ser totalmente preciso necesitaría incluir absolutamente la misma
información que el mundo real y dejaría de ser un mapa. Los mapas no
son “verdad”, si lo fueran no serían mapas, serían el terreno.
De la misma forma cualquier opinión, actitud, o valoración
que formemos sobre algo, por su propia naturaleza exige que generalicemos y
simplifiquemos. Lo que quiere decir que las actitudes nunca son “verdad”
ni “mentira”, sino una forma de entender una determinada situación.
Decir que las actitudes no son “verdad” no les
resta valor alguno. Sin actitudes, opiniones y criterios nos paralizaría
el exceso de información y seríamos incapaces de tomar decisiones. Al mismo
tiempo ese mismo proceso de simplificación presupone que perdemos información.
Cuando clasifico todas las películas del oeste como
“aburridas” esa simplificación me ayuda a decidir que tipo de película ver la
próxima vez que quiera ir al cine, pero también implica que dejaré de prestarle
atención a películas que a lo mejor me merecería la pena ver.
El peligro no está en la simplificación y perdida de
información, el peligro está en creerse que esa generalización es la
realidad.
Cuando confundimos nuestras actitudes con la realidad le
cerramos las puertas al cambio y las actitudes se solidifican. Cuanto más
rígidas nuestras creencias menos dispuestos estaremos a aceptar los datos que
contradigan nuestras creencias o a considerar puntos de vista alternativos y
más difícil será que encontremos maneras distintas de actuar.
El mapa no es el territorio, las actitudes no son
la realidad pero, así como un buen mapa nos puede facilitar el encontrar el
camino, un buen mapa actitudinal nos hace más fácil el desenvolvernos en el
mundo que nos rodea. Un buen mapa actitudinal es sobre todo un mapa flexible y
abierto que, en caso necesario, me permita analizar la misma situación
desde muchos puntos de vista y generar diferentes respuestas en cada situación.
Las actitudes y la conducta
“Ten cuidado
con tus pensamientos, porque se convertirán en palabras, ten cuidado con tus
palabras, porque se transformarán en acciones, ten cuidado con tus acciones,
porque se convertirán en tus pensamientos.” Anónimo
El mismo mapa en manos de dos exploradores puede
utilizarse de manera distinta, y dos exploradores que se crucen en el mismo
camino pueden estar siguiendo mapas distintos. O dicho de otra forma, las
actitudes no son la conducta, y con frecuencia nos encontraremos que el mismo
comportamiento se debe a actitudes muy distintas, o que partiendo de la misma
actitud se llega a conductas muy distintas.
Dentro de un aula podemos encontrarnos a dos alumnos que se
esfuercen al máximo, pero mientras que uno lo hace porque le gusta la
asignatura el segundo lo hace porque quiere que sus padres se
sientan orgullosos de él. O, por el contrario, dos alumnos a los que les
gusta mucho la asignatura pueden mostrar grados esfuerzo muy distintos.
El hecho de que las actitudes no sean iguales a la conducta
significa que las actitudes no son directamente observables, tenemos que
deducirlas. Si en clase tengo dos alumnos que vienen a clase sistemáticamente
sin libro, cuaderno ni bolígrafo, lo único que puedo decir con seguridad es que
vienen a clase sin libro, cuaderno ni bolígrafo. El porqué tendré que
averiguarlo, ya sea preguntándoles a ellos o consiguiendo la información de
otra manera. Puede resultar que un alumno venga a clase sin libro porque está
absolutamente convencido de que haga lo que haga nunca va a aprender mi
asignatura y ha decidido no molestarse más, mientras que el otro alumno se
considera totalmente capaz de aprobar pero no le interesa estudiar.
Aunque el comportamiento sea el mismo si consigo entender
las razones que hay detrás puedo encontrarme con que mi respuesta para ser
eficaz, necesita tener en cuenta no sólo el comportamiento, sino también las
actitudes que lo provocan.
Porque las actitudes no son lo mismo que la conducta pero
desde luego influyen en ella. Por eso Robert Dilts añade que las
actitudes, además de filtrar nuestra percepción, nos dan pautas de
conducta. Alguien que piense que tiene mal oído y crea que se le da mal la
música es poco probable que intente aprender a tocar el violín, o cualquier
otro instrumento musical. Si, por el contrario, esa persona considera que es
una buena gimnasta es probable que le dedique tiempo y esfuerzo a hacer algo
que se le da bien.